11 febrero 2009

Las olas y el viento, sucundúm-sucundúm

En el segundo día de mis vacaciones familiares, me decidí a acompañar a mi madre al mar, luego de mi caminata matutina. Saltando olas e intentando no mojarme el pelo, me distraje justo en el momento en que no debía haberlo hecho. De espaldas al mar, una ola me empujó a la orilla, que estaba empinada, haciendo que quede tirada entre caracoles y conchillas (que hasta el día de hoy no puedo desinpregnarme de la piel; chiste) y, prácticamente encallada, cual ballena a la deriva. Indignada, volví a donde estaban mi padre y mi hermana, y les comenté lo sucedido. Casualmente, miré hacia el piso y me encontré con mis dos rodillas chorreando sangre (literalmente). Obviamente, procedí a lavarme y buscar ayuda.
Así fue como en el día dos de mis vacaciones terminé en la caseta del guardavidas y con las rodillas vendadas.

1 comentario:

Maite dijo...

venia leyendo, y me venia causando gracia, y además pensaba "siempre a geib", pero cuando leí la ultima oracion dejo de parecerme gracioso. pobre mi amiga. por aca tu nonna te extraña. sabelo eh